Gárgolas insomnes

Marzo 10 de 2010

Algo sobre mí

Algo sobre mí: sábanas y cobijas cuando logro dormir o lo intento, y el techo que refleja mis sueños en la oscuridad, sueños que se desvanecen a la luz de la vigilia y el insomnio, o al prender el día y aprender a vivirlo hasta que alguno de los dos muera.

Algo sobre mí: el cielo que refleja de noche a la ciudad estrellada como población infinita de luciérnagas y la baña de luna desvelada, no por pasar la noche en vela, sino porque el viento la despoja de sus nebulosos velos.

Algo sobre mí: el vuelo nocturno de los murciélagos cuando los pájaros duermen en los árboles, donde duermen también los murciélagos cuando los pájaros vuelan sobre mí.

Algo sobre mí: la lluvia impertinente y pertinaz, que anega de llanto las calles, las azoteas y los sauces de por sí desconsolados, y se lleva las soledades por las alcantarillas, desde donde camino hasta donde llego.

Algo sobre mí: la regadera y el chorro de agua caliente que, al caer, me levanta y, al bajar, sube la sangre de los pies a la cabeza.

Algo sobre mí: el sol que me espera en la playa, las gaviotas esporádicas, el ruidoso motor con hélices que hace correr a los perros como locos frenéticos en la arena.

Algo sobre mí: una mujer de pechos que saltan como langostas al ritmo de su estertórea respiración y se funde conmigo en un abrazo ardiente.

Algo sobre mí: las vigas entreabiertas por donde caga una iguana en venganza de las fiestas patrias, la navidad, la religión, la televisión, el fútbol, el sistema social y sus instituciones, el miedo, la estulticia y la miseria humana; un cielorraso bajo el tejado y un crepúsculo rojo como ensangrentada muerte del día.

Algo sobre ti

Febrero 28 de 2010

El otoño del cacique

(Epílogo final)

Luego de echar a Norma Reyes Terán de su oficina en Oaxaca, Héctor Sánchez López coincidió con ella más de una vez: Irma Piñeyro Arias, actual esquirol de la alianza "opositora" como candidata del Panal a gobernar el estado, lo acusó en 1998 de ser financiado por Diódoro Carrasco Altamirano; la entonces priista no tenía pruebas, sino hipótesis tan simplistas como las que Miguel Ángel Granados Chapa hace pasar por sesudas explicaciones de conspiraciones maquiavélicas: el PRI había optado por José Murat Casab como candidato a gobernador, en vez de José Antonio Estefan Garfias (Pepe Toño), "delfín" del gobernador saliente, quien financiaba con dinero público, pero por debajo del agua, la campaña de Héctor, nomás por contrariar a Murat, según esta versión entre delirante y dolosa. Héctor demandó a Piñeyro por difamación y solicitó que la Procuraduría local citara a Rosy Ramales, reportera del diario local Noticias de Oaxaca y corresponsal de Associated Press, por haber entrevistado a Piñeyro y transcribir textualmente sus palabras. Al día siguiente de que la periodista se presentara en la PGJE a declarar, Norma demandó a María de los Ángeles Tivón, del diario local El Extra, por publicar que su campaña como candidata a diputada local del PRD había tenido financiamiento de la Sedesol.

Granados Chapa y otros analistas "razonaron" que el número de votos obtenidos por Héctor en las elecciones de 2004 -menor al cinco por ciento del total, creo- es el que le faltó a Gabino Cué Monteagudo para derrotar a Ulises Ruiz Ortiz; luego entonces, financiado por Murat, Héctor era esquirol de la alianza "opositora". ¡Qué inteligencia! Si ese "razonamiento" fuera válido, también lo sería su reverso: el número de votos obtenidos por Gabino es el que le faltó a Héctor para derrotar al chacal, con la diferencia de que el candidato de la alianza "opositora" fue secretario técnico de Diódoro en el gobierno del estado, trabajó en la Secretaría de Gobernación durante los últimos días del genocida Ernesto Zedillo como presidente de México, recibió dinero de Carlos Ahumada Kurtz, quizá para su campaña, y detrás de su candidatura estaba y está el Grupo Monterrey de Alfredo Harp Helú y el desgobierno federal panista, que apoyó con la PFP al PRI en Oaxaca durante la crisis de 2006 a cambio de su voto en el Congreso de la Unión a favor del paquete de reformas económicas, mientras que al presidente del PRD en Oaxaca lo traicionó dos veces consecutivas "el PRD nacional" y de ahí que fuera candidato de Unidad Popular, un partido local de última hora. Después de su derrota en las elecciones de 1998, al verlo en televisión, tratando de convencer al público de que lo apoyaba "el PRD nacional", me pregunté para qué salía con eso y no tuve más respuesta que la hueva; lo único cierto es que no resultaba convincente para nada y parecía contener las ganas de llorar.

En 1999, aún coordinador de la fracción perredista en el Senado, Héctor formó parte, junto a personajes como René Bejarano Martínez, de la planilla encabezada por Félix Salgado Macedonio, en la contienda por la dirección nacional del PRD.

Al año siguiente, Héctor y Norma coincidieron de nuevo, ahora en la lista plurinominal de candidatos a diputados federales del PRD por la tercera circunscripción. Y si ella trabajaba en secreto para Diódoro y Pepe Toño antes de terminar al servicio público de Murat y Ruiz Ortiz, Héctor sigue siendo coordinador de la Comisión Especial para la Reforma del Estado de Oaxaca (CEREO) creada por el chacal y por decreto, lo que hace demasiado iluso considerarla como una instancia ciudadana, por más que la extensión de su dirección en la red sea "org" en vez de "gob". Sin renunciar a ella, fue candidato a diputado federal del Partido Socialdemócrata (PSD) por el distrito de Juchitán el año pasado [1] y su fracaso no obsta para que ahora pretenda ser candidato de la alianza "Unidos por la Paz y el Progreso de Oaxaca" (PAN, PRD, PT y Convergencia) a la presidencia municipal de Juchitán, candidatura que también pretende Lenin López Nelio López, secretario general con licencia del PRD en Oaxaca, hijo del difunto Daniel López Nelio Santiago y sobrino del actual alcalde Mariano Santana López Santiago, quizás el engendro más nefasto de la COCEI.

Mariano era policía del concejo municipal anterior al primer ayuntamiento de la COCEI y el PRD. En 2004, su afiliación al PT junto con la Unión Campesina Oaxaqueña (UCO) involucró a la "corriente" coceísta fundada por Daniel López Nelio en la coalición del PRI y el PVEM con ese partido salinista y con Ulises Ruiz como candidato a la gubernatura del estado, alianza que lo hizo diputado local. Bajo el violento mandato del chacal, fue electo presidente municipal de Juchitán en 2007 y, sin justificar el gasto de 170 millones de pesos en 2008 [2], luego de "gobernar" de espaldas al pueblo y hasta de los regidores, busca la candidatura de la alianza "opositora", con el registro del PT, al gobierno del estado, aspiración sin correspondencia con la realidad, como suele ocurrir cuando se trata de seres infinitamente inferiores al poder que detentan, seres de tamaño inversamente proporcional al de sus ambiciones, aunque tampoco se descarta que pretenda comprar la candidatura... y el gobierno del estado.

Es de esperar que Gabino Cué, pupilo del panista ex priista Diódoro Carrasco, iniciador a su vez de una cacería de indígenas pobres como principal golpista en la región Loxicha, sea el próximo gobernador de Oaxaca. Y así, las creaturas de la era PRI-histórica se suceden por las siglas de las siglas de otros partidos, cuya complicidad hace posibles las tiranías por el estilo del chacal Ulises Ruiz, que sería el último tiranosaurio rex en el poder si no fuera por el cambio de piel y esta interminable rotación de aberraciones monstruosas, deshumanizada especie que llama "relación institucional" a la prostitución política, su escala de precios a cambio de valores, sus inconfesables fines a falta de principios éticos y morales, su pragmatismo inescrupuloso, inmediatista, su táctica de alianzas vergonzantes, complicidad abyecta que hace también a los mexicanos asumir la actitud más reaccionaria de todas, que es el repudio a la política.

Veinte años después...

Hace veinte años, la visita de Carlos Salinas de Gortari a Juchitán de Zaragoza inauguró una "relación institucional" de complicidad entre los gobiernos locales conquistados por el pueblo y el gobierno federal usurpado por el PRI; esa relación es un pacto de inversión económica en obra social por la federación que legitima su poder político y corrompe a las autoridades locales democráticamente electas y potencialmente opuestas a la compra de México por una mafia trasnacional; su cuantiosa inyección de recursos públicos en municipios autónomos con gobiernos de izquierda, por conceder a cambio de ceder, prostituye la política.

Juchitán era un símbolo porque, a principios de los ochenta, el PRI fue derrotado allí en una contienda electoral y el pueblo se gobernó con la organización de la COCEI y el registro del PSUM, episodio sin precedentes en México, salvo por el municipio de Alcozauca, Guerrero, en la "Montaña Roja", donde el PCM derrotó al PRI en 1979. Leopoldo de Gyves de la Cruz (Polín) encarnó a los 27 años de edad el liderazgo de la rebeldía, primero contra el fraude electoral en 1980 y después a la cabeza del histórico y legendario Ayuntamiento popular que, desde 1981, haría honor a su nombre más allá de la elección popular, al potenciar la vocación comunitaria del pueblo zapoteca en la realización conjunta de obra social como respuesta unánime al estrangulamiento económico de recortes y retrasos de las partidas presupuestales obligatorias por la federación y el gobierno del estado hasta la negación. En solo dos años, el tequio lograría más que varios de los ayuntamientos priistas juntos, a pesar inclusive de la campaña de terror desatada principalmente por el PRI local, cuya culminación fue la "desaparición de poderes" decretada por el Congreso del estado, pero decidida por el gobierno federal, así como el desalojo violento del palacio municipal en 1983, después de un intento fallido. En el desalojo participaron todas las fuerzas armadas, empezando por el ejército federal, que sitió Juchitán, y el supremo gobierno impuso el estado de excepción que puso fin a una de las experiencias más liberadoras del país. El Ayuntamiento popular hizo época y Polín pasó a la historia como líder audaz con un carisma arrollador y una gran vitalidad, aun para su edad; pero cuando la COCEI recuperó la presidencia municipal un sexenio después, al parecer había aprendido la lección y pasó al extremo opuesto en cuanto a "relación institucional" con la federación y el gobierno del estado, poder supremo que ha tolerado su permanencia y sucesión en el gobierno de Juchitán, cuyo camino al progreso está pavimentado con recursos públicos otorgados para que no sea necesario el ejercicio del poder popular y para beneficio particular de los gobernantes locales a discreción. Héctor Sánchez inició la nueva era de ayuntamientos coceístas más impopulares que populares, pero menos que el PRI...

Veinte años después de ser electo alcalde por primera vez, en su regreso formal a una silla que ocupaba en los hechos desde la presidencia de Óscar Cruz, Polín destruyó su propia leyenda por completo; ya se comportaba como si fuera literalmente dueño del palacio municipal o lo creyera, cuando hizo del cinismo su nuevo estilo de gobernar, a diferencia de la época anterior, con suficiente dinero para darse lujo de despilfarrar una parte en festines mujeriegos, y con alarde, ostentación descarada y ofensiva que el pueblo de Juchitán castigó con masoquismo, permitiendo el regreso del PRI, luego del cual volvió la COCEI por sus fueros y rebasó la descomposición priista en menos tiempo hasta ocurrir la aberración actual de un vil dictador que se apellida Santana, para colmo de amoles, un personaje mediocre y gris, cuya "corriente" al interior de la COCEI es una especie de PRI agazapado, suerte de mimetismo corrosivo, forma de infiltración...

La escisión de la COCEI tuvo su momento climático en 2004, cuando una parte optó por Gabino Cué como candidato a gobernador, otra parte optó por Héctor, y la tercera por el chacal; quizás hubo una cuarta parte significativa que optó por la abstención, aunque en Juchitán el pueblo es tradicionalmente electorero.

Solo dos personajes han sido presidentes municipales de Juchitán más de una vez: Heliodoro Charis Castro, más conocido como el general Charis, y Leopoldo de Gyves, más conocido como Polín; ahora Héctor Sánchez, iniciador del enquistamiento de la COCEI en el poder, pretende ser el tercero, veinte años después de su primera elección, igual que Polín, y con un gobierno federal espurio (vaya coincidencia), pero no es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después... La COCEI dejó de ser el pueblo, que la mira desde lejos con desconfianza y rencor de quien recurre por desgracia y por error muy recurrente a quien lo traiciona, porque no tiene a quién más recurrir en su imposible soledad que, si fuera posible, sería preferible a cualquiera de las "corrientes" coceístas y, desde luego, al PRI.

La gran paradoja de Juchitán es que la COCEI, a pesar su acumulación de vicios y descrédito, se sucede a sí misma cada trienio, como su propia alternativa, no porque sea buena (cuando no es mala, es pésima), sino porque no puede haber nada peor que el PRI, salvo acaso el PAN, que afortunadamente no existe aquí; así ha sido al menos hasta hoy, que Mariano y la UCO volvieron a tranzar con el PRI, esta vez "la entrega de Juchitán", según la denuncia de nueve regidores. Ahora, por lo menos cinco grupos se disputan el nombre de la COCEI, compiten por las candidaturas de los partidos, pelean entre ellos y pelean sucio, como émulos del viejo priismo caciquil, incluso por el hecho y hasta por el chisme de que uno de un grupo saludó a otro de otro grupo. ¡Qué pena! De lo malo, por lo visto, sobrevive lo peor y, en términos de cultura política, es el síndrome y el sino de este país de nadie y en ninguna parte, un tiempo sin patria, o la herencia maldita del PRI. Lo triste no es decirlo, sino que sea verdad. El poder desgasta... aprender cuesta y crecer duele; no hay nada más cómodo que la indolencia de quien involuciona y empequeñece a diario sin darse cuenta.

1. A reserva de confirmar esta versión, pues proviene de La Jornada, el medio menos confiable al respecto, Héctor fue expulsado en 2006 del PSD o su Consejo Político Nacional, "acusado de malversación de fondos y de haber intentado sustituir la candidatura de Patricia Mercado a la Presidencia por la de Víctor González Torres, Doctor Simi, por intereses económicos". Disculpen la redacción, pero así escriben en La Jornada. Según Wikipedia, que tampoco es confiable por imprecisa y reduccionista o parcial, Héctor fue miembro del Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina, de su comité ejecutivo federado y del sector campesino "que pretendió sustituir la candidatura de Patricia Mercado por la de Víctor González Torres, lo que le causó alejarse del grupo que finalmente logró el control del partido". Perdón por la redacción. Ricardo Rocha comentó en Radio Educación que Héctor "se vendió al Doctor Simi", y Granados Chapa hizo una precisión. "Es lo mismo -dijo Rocha-, pero más barato".

2. Algo que ya es costumbre y tradición de los ayuntamientos coceístas, pero con montos ascendentes, como si compitieran por la mayor corrupción impune. Durante la administración anterior de Alberto Reyna Figueroa, por ejemplo, se malversaron tres millones 519.1 mil pesos; un millón 151 mil se aplicaron a rubros y programas no contemplados en la Ley de Coordinación Fiscal, y más de 220 mil se destinaron a pagos improcedentes o en exceso, entre otras anomalías detectadas por la Auditoría Superior de la Federación y documentadas en su Informe del Resultado de la Revisión y Fiscalización Superior de la Cuenta Pública 2007 (sic).

[] Iván Rincón 6:55 PM

Febrero 24 de 2010

El otoño del cacique

(Epílogo principal)

A principios de los ochenta, Carlos Monsiváis escribió que la COCEI era Juchitán o que Juchitán era la COCEI o algo así, en su crónica idealización, reproducida en libros y revistas hasta ser un lugar común, cuya lectura hoy sirve para poner de mal humor o, de plano, deprimir a cualquiera medianamente informad@. Cuando conocí Juchitán a finales de aquella década, la COCEI todavía parecía ser el pueblo en la capital cultural de los zapotecas y, por extensión, en la mayoría del Istmo oaxaqueño. Aunque los resultados oficiales de los comicios que ganó la COCEI en alianza con el entonces naciente PRD mostraban al electorado local reducido y dividido, el pueblo revindicaba su filiación, más que su preferencia, sin lugar a dudas: "¡Somos la COCEI!" Y la pasión política tenía inclusive algo de fanatismo comparable con el de la pasión futbolera; la palabra "politizado" era la más recurrente y sigue siéndolo para los repetidores de lugares comunes, como Elena Poniatowska o Monsiváis mismo, para quienes pasaron prácticamente desapercibidas las tres décadas siguientes a la crónica idealización.

En el fenómeno político, social y cultural de la COCEI concurrieron, por lo menos, quince años de lucha desde la fundación de la organización popular en 1974, y décadas enteras de insoportable descomposición priista, incluido el sexenio siguiente a la desaparición de poderes en 1983, así como el factor Cárdenas a nivel nacional, cuya influencia era evidente en 1989, cuando Héctor Sánchez fue electo presidente municipal. Pero, en cuanto asumió el poder, la COCEI invirtió los papeles con el PRI; cambió un cacicazgo decrépito por uno joven, y lo que hasta entonces había sido expresión organizativa del pueblo se redujo a la élite burocrática gobernante y uno que otro dirigente como Carlos Sánchez; quienes antes decían ser la COCEI, empezaron a referirse despectivamente al ayuntamiento como "los de la COCEI" (en otras palabras, pintaron su raya). Si el poder en México es una enfermedad, entre los otrora luchadores sociales de Juchitán hubo epidemia; a unos los emborrachó, a otros los enloqueció, y los borrachos se mantuvieron ebrios para evitar la resaca.

En el primer año de gobierno municipal, el ayuntamiento recibió a Carlos Salinas con un acto oficial que lo reconoció como "presidente de todos los mexicanos", o sea, legitimándolo; Héctor Sánchez llamó "relación institucional" a su complicidad con la usurpación del poder por el PRI a nivel federal, en aras de la inclusión presupuestal del municipio por la federación; en términos financieros, la táctica tuvo éxito, pero el acto de traición oficial a Cárdenas, además de ser mal visto en todo el país, despertó antipatías perdurables hacia la COCEI al interior del PRD y avergonzó a incontables juchitecos identificados con y como la COCEI, entre ellos a los estudiantes de Juchitán en la Ciudad de México.

El primer informe de gobierno municipal, más que rendir cuentas al pueblo, parecía entregarlas al "señor gobernador" del estado Heladio Ramírez, quien se apersonó en el acto. Daniel López Nelio, entonces diputado federal, no pudo esperar a que terminaran los protocolos para emborracharse y entró repartiendo patadas a una reunión del ayuntamiento con el "señor gobernador". Luego de la reunión, remedó a Héctor Sánchez, haciendo como si ofreciera las nalgas cada vez que decía "señor gobernador".

Mientras el ciudadano presidente municipal daba su informe al "señor gobernador" del estado, subí a la planta alta del palacio de gobierno y salí a uno de los balcones, en donde estaba Óscar Cruz con otro personaje. Héctor habló en ese instante de los avances del alumbrado público y Óscar comentó: "Pero si volteas para allá, ves todas las calles oscuras, y si volteas para el otro lado, también; lo bueno es que solo desde aquí se puede ver el paisaje; desde abajo, no". Con todo, si algo retumbó en mis oídos fue que, por las obras de pavimentación, había sido necesario tirar "algunos árboles", pero que serían restituidos. ¡Válgame Dios! Martha Toledo, quien había fundado el Foro Ecológico junto con su marido Julio Bustillos, además del Rincón Brujo, comentó conmigo ese despropósito, sumamente indignada. Antes y después del informe, además del distanciamiento entre las cúpulas y las bases de la COCEI, presencié cómo los juchitecos bromeaban que Héctor había enloquecido y no podía ver ni un metro cuadrado sin pavimentar o encementar; era muy característico del sentido del humor teco, bilingüe por consideración a los monolingües en español, que ríe a carcajadas con las bromas y los chistes en diidxazá; lo trágico era que no se trataba de un chiste: Héctor en verdad padecía de una compulsión frenética por pavimentar y encementar cuanto fuera posible, arrasando con todos los árboles que se atravesaran a su paso; el nombre clínico de la enfermedad mental es trastorno obsesivo compulsivo; lo sé por experiencia.

El Foro Ecológico logró detener la tala irracional de árboles con periodicazos cada vez más duros; luego la Casa de la Cultura, que dirigía Vicente Marcial, asumió una función conciliadora y constructiva; finalmente, los tres: el ayuntamiento, a través de sus regidurías de medio ambiente y de cultura y recreación, entre otras, la Casa de la Cultura y el Foro Ecológico, acordaron realizar cada año (en mayo, el mes con más velas) un festival del Río de los Perros para su limpieza y la promoción de una cultura ecológica en Juchitán; ese río era prácticamente un chiquero, basurero y canal de desagüe, así como el principal foco de insalubridad y contaminación en la ciudad. Por su parte, a pesar de la devastación y destrucción ambiental, la pavimentación compulsiva y frenética de aquel trienio dejó como estaban las zonas marginales: a oscuras de noche y con calles de terracería.

Al día siguiente del primer informe, fui con Feliciano Marín, entonces tesorero municipal, a casa de Héctor a celebrar; curiosamente, lo más comentado y motivo de burlas y carcajadas era que las hojas estaban en desorden y eso había causado un humorismo involuntario que puso en ridículo el hilarante anuncio de una denuncia política; Héctor optó por reír de su propio traspié y las risas daban por hecho que nadie más lo percibió; lo que habría pasado significativamente desapercibido para mí era ese desprecio a la inteligencia y sensibilidad o capacidad de percepción a su vez en los demás, si no fuera porque Óscar Cruz, quien llegó muy sobrio cuando todos estábamos medio borrachos ya (perceptivo acaso de que la broma no me causaba tanta risa como a Héctor), preguntó si yo había captado los saltos del discurso.

-¿Tú qué crees? -respondí.

-Bueno, que tú los captaras es lógico, pero los paisanos...

Sin comentarios.

En 1993, iniciado el ayuntamiento siguiente, Héctor fue "electo" presidente del Comité Ejecutivo Estatal del PRD en Oaxaca por un simulacro de "congreso" realizado por la COCEI y sus "amigos", principalmente un tal Rufino Perdomo, dirigente con fama de "mujeriego" y cuyo estilo se caracterizaba por una gran frivolidad; esa "elección" contó con cientos de firmas apócrifas que los coceístas plasmaron discretamente, no fuera yo a verlos. En la clausura, se presentó Saúl Vicente, una vez cumplida su misión de negociar con la dirigencia nacional en la Ciudad de México, fracaso luego del cual propuso que la participación de Oaxaca (léase COCEI y su corriente) en el Segundo Congreso Nacional del PRD fuera "masiva" -¡aplausos!- para imponer los "resolutivos" de la reunión entre "amigos". Con un despliegue inexplicable de recursos, la COCEI viajó en varios camiones rentados a la Ciudad de México, pero el Congreso Nacional desconoció su farsa de "congreso" estatal, sus chantajes y montoneras formas de presión. Antes o después, Rufino fue "electo" como Héctor y nadie lo reconoció. Los medios locales hacían un olímpico pitorreo de sus intentonas y creo que ellos ni siquiera se enteraban. No fue sino hasta 1997 cuando las primitivas tribus del PRD oaxaqueño -que, por lo menos, una vez terminaron a sillazos y botellazos- lograron una legítima y civilizada elección de su comité directivo con Saúl como presidente.

A mi paso fugaz por la oficina de gestoría en Oaxaca, me cayó gordo que Héctor hiciera una huelga de hambre para protestar por el encarcelamiento de Alfredo López Ramos, un cacique local que -según la indignada voz que llegó a mis oídos- había reprimido a la COCEI como presidente municipal de Salina Cruz y quizás había cometido peculado como director de zona en Pemex, aunque la acusación viniera del PRI, que sabía bastante de su calaña, pues el personaje había sido alcalde un par de veces, la primera desde 1981, y regidor, ¿por qué partido creen ustedes? Cuando edité su conversación con José Antonio Estefan Garfias, también llamado Pepe Toño, el otro yo me preguntó: ¿Qué le debes a esta gente? ¿Qué tienes en común? ¿Qué haces aquí? Y sobrevino un conflicto moral interno. Mientras estuve allí, también la presencia de los dos agentes de la policía judicial que acompañaban a Héctor era casi imposible de tolerar, al menos para mí, tanto que nunca subí al mismo coche que ellos; preferí el transporte público siempre, o caminar. Un atentado le daría razón a la escolta en 1999, pero yo estaba muy lejos ya, física y mentalmente, de ese mundo.

Hasta donde presencié, Héctor dejaba que Norma y Rufino sabotearan el proyecto de cambiar al PRI por el PRD en el gobierno del estado -aunque fuera solo un cambio formal para luego decepcionar a todos rotundamente- porque no tenía la inteligencia, la sensibilidad o capacidad de percepción para reconocer esa misma cualidad en sus paisanos; tampoco el instinto político, a falta de preparación intelectual... en suma, no estaba a la altura de su propio proyecto, y el PRD, mucho menos; este partido sirve para encumbrar engendros del PRI, como Gabino Cué,
y nada más.

(Continuará...)

[] Iván Rincón 3:54 AM

Febrero 18 de 2010

Oaxaca y la doble agente

(Octava parte)

Cuando mi papá cumplió 60 años en abril de 1998, Gustavo Reyes Terán se apersonó en la fiesta; me informó que Héctor Sánchez había corrido a Norma y compañía de su oficina en Oaxaca. "¿Y quiénes crees que están allí ahora? Tus amigos, Óscar Cruz y Feliciano", lamentó. "¡Qué bueno! -exclamé- Cualquiera es mejor que tu hermana y su gente; hasta ellos, vaya". No le dije que Feliciano había vuelto a ser quien era cuando nos conocimos en Juchitán más de ocho años atrás y, efectivamente, llegamos a ser amigos. "Ya está calmado", comentó Saúl Vicente, por su parte, cuando coincidimos en Oaxaca y la COCEI hizo un plantón frente al palacio de gobierno, donde coincidí también con Feliciano, cuyo trato era bastante afable, pero yo todavía no daba crédito; en vez de calmado, me parecía cansado y, más que afable, diplomático. Ya platiqué en la serie anterior cómo logró sacarme de la empecinada incredulidad cuando la caravana zapatista pasó por Juchitán. En esa ocasión, por cierto, entré al espacio designado a los periodistas durante la recepción pública y escuché a más de un@ abominar de la contestación: "Ahora no tengo tiempo de hacer declaraciones", o "ahora no estoy para declaraciones". Luego del plantón en Oaxaca, Feliciano regresó a Juchitán o adelantó su migración a Cuba, no así Óscar Cruz, quien dirigía una oficina, en alguna medida paralela a la de gestoría senatorial, a donde iba de vez en cuando y de entrada por salida, y saludaba con ostentoso elitismo, administraba sus saludos con una selectividad exquisita y excepcional, reducida generalmente al destinatario de su excelsa visita. Si alguien le preguntaba algo (la hora, por ejemplo), contestaba: "Ahora no tengo tiempo para declaraciones"; de ese tamaño, así de grotesca era su personalidad, quizá porque no tenía ningún poder qué detentar o ejercer, pero más grotesco aún era que otros dirigentes de la COCEI imitaran su estilo, su manera de cotizarse, pretendiéndose inaccesible. La primera vez que me salió con eso, le expliqué mi pregunta, sorprendido y asombrado por sus ínfulas o más bien su inflamación; la segunda vez, le dije: "Qué bueno que no tengas tiempo de hacer declaraciones, porque si lo tuvieras, harías declaraciones. Ahora responde lo que pregunté". En otras palabras: No pinches mames con tus pinches mamadas, pinche mamón. Todos en la oficina de gestoría, sin excepción, deploraban su prepotencia y altanería, sus desplantes despóticos y estúpidos, en otras palabras, mamones y pendejos, valga la redundancia, porque solo alguien muy pendejo puede ser tan mamón. Y aun así, la dupla o mancuerna política / burocrática de Óscar y Feliciano era preferible (al cabo yo estaba libre ya de padecerla) al clan Reyes Terán y compañía o la pareja Norma / Rufino y su red mafiosa, como quedaría demostrado con su traición; de hecho, era elegir entre Héctor y Murat o Ulises Ruiz, y tolerar mamones a cambio de traidores, pendejos en lugar de hijos de la chingada no menos pendejos. Pero Gustavo quizá no lo sabía y tampoco supo qué responder a mi comentario; estuvo una hora más o más bien de más en la fiesta de mi papá y se fue con cara de pocos amigos. ¿Tendrían amigos los hermanos Reyes Terán, además de cómplices que, para ellos, es lo mismo?

Ya dije también que todos perdimos con la traición de Norma y su gente, salvo Norma y su gente, obviamente, y mi papá no fue la excepción, pues perdió un "amigo" por el que estaba dispuesto a perder un hijo; después de la fiesta, lo buscó para que fueran a comer, platicar y difamarme a toda madre, para hacerle alguna consulta médica, para invitarlo a alguna de sus funciones, y Gustavo siempre inventó algún pretexto para no volver a tratar con él.

Desde que mi papá salió con el diminutivo reduccionista de las "cervecitas", pasaron seis años durante los cuales aproveché cada oportunidad para explicarle, con ejemplos didácticos y todo, lo que sucedió en Oaxaca, lo que habíamos apostado, lo que estuvo y seguía en juego, y el tamaño de la diferencia entre esa realidad y unas "cervecitas", entre lo macro real y lo micro imaginario, pero el viejo, en vez de entender algo y sentir un ápice de vergüenza, llevó el reduccionismo oligofrénico hasta sus últimas consecuencias; cuando reproché la cobardía y complicidad al amparo de la demencia y la falta de carácter y dignidad, contestó: "Discúlpame, pero, por deformación profesional, sé que meter alcohol a un lugar de trabajo es motivo de despido". ¡No te disculpo, microcéfalo! Afortunadamente, la "deformación profesional" no es hereditaria. ¿Así llama la deshonestidad a la locura, o al revés? ¿De qué magnitud ha de ser la capacidad de autoengaño y autocomplacencia o la vocación de irrealidad para llamar así a la muerte mental? Esa reivindicación ocurrió cuando Trova para los Niños ya no existía y, mientras existió, mi papá y otros metieron alcohol nada más las veces necesarias para que siempre hubiera, aunque no fuera necesario, pues el viejo verde con excentricidades de nuevo rico, diletante, hiperactivo, disperso, desquiciado y, en consecuencia, decrépito, además de ser alcohólico, estaba ebrio de poder económico. Si alguna de sus aturdidas neuronas captó que Héctor había echado a Norma de su oficina, quizás atribuyó el hecho a que ella metió unas "cervecitas" (reduccionismo que mira la paja en el ojo ajeno a través de la ceguera demencial y deshonesta). ¿Se habrá enterado el deforme "profesional" de que Héctor perdió las elecciones y, además del clan Reyes Terán, lo traicionó "el PRD nacional" y, al año siguiente, intentaron matarlo a balazos los sicarios del sátrapa en turno, comandados por un defensor "legal" de narcotraficantes? ¿Se habrá enterado acaso de que "el PRD nacional" premió la traición de Norma y Rufino con una diputación federal y después la traidora number one se incorporó al gabinete de Murat y la suplió su marido en el Honorable Congreso de la Unión? De hecho, "el PRD nacional" optó por Murat y sus pistoleros. ¿Habrá permitido el acúfeno y la dispersión mental escuchar algo de eso, antes de reducirlo a unas "cervecitas", al cabo La Jornada, el principal medio de desinformación y difamación al respecto, entrevista de vez en cuando al señor de la "deformación profesional" y él cree que es la neta del planeta? Mientras La Jornada y Radio Educación (otro síndrome de muerte en vida, otro símbolo de indignidad) sepan que un niñito chiquitín tiene una vaquita pintita, lo demás importa una chingada...

La usurpación del gobierno del estado por Ulises Ruiz y su banda, y la guerra criminal contra el pueblo de Oaxaca desatada con apoyo militar y paramilitar bajo el mando federal espurio, no obstaron para que Norma y Rufino mantuvieran sus buenas relaciones con el poder; ahí sigue ella, tan campante y feliz como inamovible, asimilada sin conflicto interno de ninguna índole a la descomposición del régimen, a la deshumanización bestial de una tiranía totalitaria que ha sido laboratorio local para hacer del estado de excepción la regla general en el país; ahí sigue la tirana en ciernes, bajo las órdenes de un asesino serial que la ratificó en el cargo porque se ha portado bien, lo cual extiende su traición tanto en el tiempo como en el ámbito de las relaciones personales: mientras Aline Castellanos, por ejemplo, después de ser la favorita de los hermanos Reyes Terán para sustituirme, tuvo que vivir desterrada y casi escondida en la Ciudad de México, antes de exiliarse durante un año en Venezuela, por tres órdenes de aprehensión consecutivas y un cateo a su domicilio particular, como parte del hostigamiento y la persecución del poder usurpado y ramificado, la tiranita siguió los pasos del tiranosaurio rex en jefe: con la cobardía que me evadió casi una década antes, ahora desde la dirección del Instituto de la Mujer Oaxaqueña, mandó amenazar y vigilar a Graciela Atencio, una periodista argentina que había renunciado como protesta por el arribo de la PFP y la suspensión de las garantías individuales, que señalaría después el oscuro manejo del dinero público por Norma (o sea, lo normal) en esa patraña que, si acaso ha hecho algo en relación con la marea de secuestros, violaciones, torturas y asesinatos de mujeres, ha sido sacar provecho material, pues no hay mejor negocio que la tragedia humana; la suripanta prohibió además al personal del IMO tener contacto con la periodista, incomunicándola y aislándola para gestionar su deportación: no fuera contagioso el ánimo de protestar por el terrorismo de estado, la violencia y barbarie de la tiranía más brutal, irracional y destructiva que ha padecido Oaxaca en toda su historia, pues la defensora de mujeres podría quedar desempleada.

Cuando Saúl Vicente asumió la presidencia del Comité Ejecutivo Estatal del PRD, Norma tomó la palabra en la pasarela que siguió a la toma de posesión y se autopropuso para dirigir el IMO, justificando su ambición con pura demagogia seudofeminista, que ni siquiera leyó bien, pues obviamente no la escribió ella; cinco años después, llegó a donde quería por la vía de la traición, en primer lugar al pueblo de Oaxaca, en segundo lugar al partido que decía representar como diputada local y luego federal, partido político secuestrado por una especie mutante de salinismo, y en tercer lugar al partido social de la mujeres; el arribo de Reyes Terán a la dirección del IMO, pago del gobierno y el PRI por su traición, coincide con la consolidación de Oaxaca de Juárez como la entidad local con más femicidios en el país, después de Ciudad Juárez, Chihuahua: 351 niñas y mujeres fueron asesinadas en tierras oaxaqueñas entre 1999 y 2003. ¿Qué hizo el IMO al respecto, además de simulacros, farsas y montajes, para allegarse recursos en cantidades montañosas, financiamiento federal y local de magnitudes inversamente proporcionales a los resultados reales en la atención a la llamada violencia de género, su prevención, la protección y defensa de las mujeres, la reparación de los daños a las víctimas, la persecución y el castigo a los victimarios, la impartición de justicia y educación, la promoción de una cultura contraria al sistema patriarcal? La respuesta está en el cinismo con que la directora enquistada "informa" al Congreso local sobre su desempeño, mareándolo con palabrería y omisiones, y remitiéndolo al sitio web del Instituto: exhibir la naturaleza de gente como ella, que hace de la política un negocio y de la tragedia, otro; eso es lo que ha hecho, y acumular agravios, desprestigio, falta de credibilidad. Su complicidad fáctica con el poder criminal que destruye mujeres y niñ@s impunemente, que reprime la protesta social y toda expresión del descontento popular en vez de atender sus causas, equipara a Norma Reyes con All Capone, cuyos principales y mayores crímenes quedaron impunes, pero acabó en la cárcel por evasión fiscal. Si el Congreso local auditara el paso de la cacique o dictadora en miniatura por el IMO desde el principio hasta el final, ella terminaría en la cárcel por peculado y, al salir bajo fianza, reconocería tácitamente su culpablidad, aunque lo mejor sería que no tuviera derecho a fianza.

Ahí le dejo esa tarea, bola parasitaria de inútiles; pónganse a trabajar y sirvan para lo que deberían, pinches títeres.

Mientras la dictadura del PRI en Oaxaca tenga continuidad y adeptos, habrá huesos para los perros dóciles, domesticados, amaestrados, fieles... "Contigo hasta la ignominia", parece ser la consigna. Si ladra la perra que parece brava, pero es más bien ladrona, el gran capo truena los dedos y ella mueve la colita y saca la lengua; si él ordena que se ponga, ella obedece.

Para desgracia de México, tiene razón Francisco Toledo: lo que debe hacer toda la "clase política" para que Oaxaca empiece a cambiar es desaparecer.

(Continuará...)

[] Iván Rincón 9:04 AM

Febrero 12 de 2010

Oaxaca y la doble agente

(Séptima parte)

Mi error no fue publicar la crónica de nuestra visita a una comunidad en conflicto, sino asumir culpa masoquista y apriorística por una marejada represiva como posible consecuencia, aunque no existiera ese peligro y fuera más bien preocupación histérica, desproporcionada y falsa de Reyes Terán, paranoia utilitaria, deshonesta, oportunista y sádica, obviamente asesorada con el mismo dolo que había puesto en ridículo a Héctor Sánchez y había sacrificado al candidato a diputado federal más preocupante para el PRI en Oaxaca. La posibilidad de una cacería como la que tenía lugar en Loxicha, pero a menor escala, me hizo sentir tan culpable como si ya hubiera ocurrido o fuera inminente, a pesar de la consideración contraria de Pedro Matías; a pesar de que la publicación pasó primero por el visto bueno de Rosy Ramales, reportera estrella del diario Noticias y corresponsal de Associated Press, la periodista más prestigiada y respetada en Oaxaca [1]; a pesar de que Santos, defensor legal de la comunidad, no había expresado ninguna objeción a la crónica, ni antes ni después de publicada, y su actitud era de solidaridad sin reservas conmigo; a pesar de todo, mi remordimiento llegó a ser tanto que intenté ahogarlo en alcohol y, antes de quedarme sin un peso (para acabarla de chingar), fui a la Casa del Mezcal, cantina con fama de "tradicional", pero deprimente y hostil para alguien en crisis moral; de por sí, ese pestilente lupanar es una porquería y no se lo recomiendo a nadie, independientemente de su estado de ánimo, ni siquiera para terminar de caer o decaer. Al tugurio bajo la tiranía enana de quienes ejercen su desbordante poder desde atrás de la barra, llegó también un conocido.

-¡No mames, Iván! -espetó después de escucharme- Si el gobierno tuviera algún interés en esa comunidad ya habría barrido con ella sin necesidad de pretextos y, si necesitara pretextos, ya los habría inventado. ¿No has visto qué clase de gente es y cómo se las gasta? ¡No has hecho nada malo, no mames! ¡Ya deja de torturarte! Lo que deberías hacer es denunciar a esa hija de la chingada con todo el material que tienes; las de ella sí que son chingaderas y harías mal si las callaras. Te dejo, porque no quiero verte así.

Ese conocido pasó una temporada en la cárcel nueve años después, al desatarse en Oaxaca la rabia criminal del chacal Ulises Ruiz y de Felipe el espurio (chacal no menos espurio y espurio no menos chacal), a quienes obedece hoy Norma Reyes y no me cuesta nada imaginarla en el protocolario acto de lamer los huevos del primero, si acaso tiene, como también lamería los del segundo si pudiera...

Pero yo me había tragado el veneno de la víbora y seguía bajo su efecto autodestructivo, creyendo que mi error era realmente grave, lo cual inhibía el propósito que tuve al principio, cuando ella colgó el teléfono: encararla, no permitir que me evadiera. Antes de entrar en crisis, me apersoné en la conferencia de prensa que Norma y compañía dieron en un restaurante, donde su evasión no pudo ser más evidente ni más cobarde y Rashy fingió vergüenza conmigo, como siempre hacía, quién sabe para qué; su hipocresía no obstaba, en cambio, para recibir el dinero que le envié con Aleida.

Seguí yendo a la oficina porque allí estaba todavía mi aparatoso equipo de cómputo y, en un cajón con llave, guardaba más cosas, hasta que Santos y yo hicimos una doble mudanza en su coche con apoyo del asistente mayor: dejamos el equipo de cómputo en la oficina de la Limeddh y sacamos del departamento una parte de mis pertenencias para llevarlas a casa de Santos, donde conocí la sorprendente modestia con que vivía, en una vecindad, así como el revólver que portaba, también discretamente, cuando lo puso en mis manos lleno de balas, hecho a su vez lleno de símbolos.

Supongo que había desistido de hablar con Norma un día que Héctor, ella y yo, entre otros, coincidimos en la oficina; ignoro si él había regresado muy pronto o aún no se iba; lo seguro es que la tirana en ciernes estaba muy tensa por mi presencia y entonces ocurrieron otros dos hechos simbólicos; la tensión de Norma distorsionaba su rostro hasta un punto que me hizo reír, burlándome sin lugar a dudas, pero la pobre pendeja creyó que yo sonreía con ella y, en respuesta, hizo un gesto diametralmente opuesto, que terminó de afear su cara y hacer de la fealdad una descarada expresión de maldad, como si de pronto se le cayera la máscara (palabra de origen árabe que significa rostro; una máscara es una cara más, por lo que, si alguien se la quita, descarad@ queda, pues); en seguida, pasó Héctor a mi lado y, sonriendo, me dio una palmada en el hombro, gesto afectuoso que, en significativo contraste, dijo mucho más que yo, y ese fue quizá mi último error, al menos en Oaxaca: desaprovechar la ocasión por dejar que él siguiera de buen humor, en vez de sacarlo del engaño, aunque provocara una crisis colectiva, como en 1994 y como suelen ser las crisis: dolorosas, pero necesarias por saneadoras; quizá yo no había superado mi propia crisis que amenazaba con reproducir el ciclo anual iniciado tras mi depresivo regreso de la guerra en Chiapas, así que tampoco tenía suficiente ánimo para provocar una crisis externa, aunque fuera tan posible como necesaria. Por lo menos, podía burlarme de Norma un poco más: "¿Qué pasó? ¿Héctor no estaba encabronadísimo conmigo? ¡Qué rápido se le quitó lo encabronadísimo!" Por lo visto, él ni siquiera sabía que yo estaba de más allí o de visita... Lamento no haber tenido en ese momento el coraje para enterarlo, porque no se merecía seguir en el limbo, aunque ya no me interesara trabajar con ellos.

A la errónea culpa que asumí, siguieron las penurias económicas (por segunda vez durante mi estancia en Oaxaca y tan angustiantes que hacían crisis de suyo, por sí solas o, como quien dice, de por sí), junto con el desengaño, desengaño en conjunto, que puso totalmente al descubierto mi proyecto personal allí como lo que era en verdad: una vil mentira; más que un descaro al quedar sin máscara de pronto, como si le quitaran a un fantasma la sábana y resultara que debajo había un carajo, la desilusión daba por hecho también el rotundo fracaso del proyecto político, y sobre todo, más que nada, siguió la preocupación no menos angustiante, la tensión, el miedo a entrar de nuevo en una crisis múltiple como réplica cíclica de la que había padecido en los dos años anteriores.

Dos mujeres evitaron mi recaída, o me sacaron del hoyo si acaso había caído ya: Angélica Ayala, entonces coordinadora de la Limeddh en Oaxaca, me alojó en su casa, lo que supuso dejar de pagar con dinero prestado un hotelucho de cuarta, para empezar, además de contar con el apoyo moral que fue su amistad, y Carmen Espada, una amiga alemana que hacía milagros en México a partir de mis contactos mediante sus encantos y viceversa, llegó por esos días a Oaxaca para encontrarse conmigo. Sobre esta relación y los resultados que tuvo hasta 2001, cuando nos vimos por última vez, podría escribir un libro, seguramente mejor que una serie inspirada en el desencanto y la decepción y cuyo único aliento es la frustración, la postración y la soledad, o sea, el desaliento. Por si hace falta decirlo, el proyecto que hicimos Aleida y yo fue pura llamarada de petate, un castillo en el aire que se derrumbó al primer soplido, espejismo que se desvaneció con el sueño al despertar y pasar del espontáneo distanciamiento al olvido mutuo.

Cuando regresé a Ciudad Monstruo, me recibió mi papá en la terminal y fuimos a cenar. Durante la cena, me transmitió su versión de la versión que le dieron a Gustavo y Gustavo le transmitió: que yo había metido unas "cervecitas" a la oficina, que nomás me pagaron y me fui a emborrachar (esta parte incluyó mímica) y además no cumplía con los horarios... "No había horarios", le dije. "El caso es que no estabas cuando te necesitaban", modificó, acomodó, puso a su modo, pues. "El caso es chingar", corregí. Era obvio que se trataba de justificar una injusticia con tantas pendejadas como para ofender a cualquiera con un ápice de percepción inteligente y sensible, carácter, dignidad y esa clase de cosas absolutamente ajenas a mi papá, quien sabía del pretexto para librarse de mí porque se lo informé desde Oaxaca, pero resultó inmenso para su minúscula capacidad de asimilación y optó por las "cervecitas". La imbecilidad extrema era tal que todavía imagino a Gustavo refiriéndose (con una sarta de sandeces difamatorias) al contexto en segundo o tercer plano de lo trascendente, sin saber que hablaba con un microcéfalo que reduce todo hasta que le cabe algo en la cabeza. Otra posibilidad es que Gustavo, con el dolo característico de los hermanos Reyes Terán, aprovechara la característica disposición de mi papá a escuchar pendejadas con cara de pendejo y creerlas, para que La Familia (nombre de La Mafia, también llamada El Hampa y Cosa Nostra) justificara su injusticia, nomás por chingar, por darle continuidad a su chingadera, con sadismo y ánimo destructivo, que yo habría dejado atrás si no fuera por la prestancia abyecta y la tácita complicidad de mi papá. En mi primer intento de que sus neuronas entraran en actividad, el señor dispersión oligofrénica pasó de las "cervecitas" al tema de los toros. Camino a mi departamento, volví a intentar que reaccionara, pero... "Gustavo es a toda madre", dijo con voz de idiota y cara de idiota, como si fuera su hermano y como conclusión de todo, cuando nos despedimos.

Carmen Espada y yo caminábamos de noche por Coyoacán al encontrarnos con Gustavo, también en compañía femenina. Él deploró el "carro completo" del PRI en Oaxaca. "Esa gente no cambia, no tiene vergüenza", dijo. "El PRD tampoco", repliqué. "Lo más cómodo es culpar al PRI de que Oaxaca no cambie y evadir la crítica, en vez de someterse a una mirada autocrítica". Me preguntó si yo estaba enterado del escándalo por la publicación de una conversación entre los candidatos del PRD y el PRI en el mismo distrito. "¡Es indignante lo que puso al descubierto, lo que había debajo de la cloaca!" -exclamó, y me pareció muy raro que le hablara de "cervecitas" a mi papá y no supiera que el artífice de aquel escándalo era yo; me abstuve de informárselo por discreción ante Carmen Espada, quien había difundido en Alemania que los campamentos civiles de paz en Chiapas eran idea mía. Inflarme como sapo en la primera oportunidad, pregonando ser "el cerebro de un escándalo mediático", es lo que haría su hermano El Bicho en mi lugar; es lo que hacía una gran vedette de Radio Educación, engolando la voz para decir: "Soy la directora del proyecto" (en vez de la productora del programa), antes de irse a Gobernación. Carmen tenía conocimiento del escándalo, y yo, mejores hazañas qué presumir a mis nietos; esa era más bien vergonzante. Lo importante, pasadas las elecciones federales de 1997, que dejaron al PRD con muy pocas posibilidades en Oaxaca para las elecciones locales del año siguiente, era la extensión del ninguneo por la vía del parentesco: segurísimo que el gobierno del estado y su partido (incluso el gobierno federal) sabían perfectamente lo que Gustavo ignoraba o fingía ignorar; entonces me cayó un veinte más inteligente que instintivo, y hasta escuché una voz imaginaria, ordenando a Norma y Rufino: "¡A la chingada ese cabrón! ¡A ver cómo le hacen, pero no lo queremos allí el día de las elecciones!"

-¡A sus órdenes, jefe! -escuché que Norma y Rufino contestaban a Diódoro Carrasco, Estefan Garfias, o al villano que prefiera el respetable.

(Continuará...)

1. Eso dice cuán poca cosa es el gremio periodístico en Oaxaca. Rosy Ramales era (gloria pretérita) la periodista más respetada cuando fue citada a comparecer a petición de un tal Héctor Sánchez por lo que publicó sobre el financiamiento de su campaña electoral. En este caso, no tengo información de primera mano, pero es de suponer que el candidato a gobernador se dejó mal asesorar una vez más y cometió un error muy torpe (uno más) al permitirse un acto inhibitorio del ejercicio periodístico, intimidación propia del poder autoritario: ¿Quién quiere un mandatario que manda en vez de obedecer, como el sátrapa en turno, que manda matar a sus adversarios, como el anterior, que manda sacar de circulación diarios como Noticias de Oaxaca porque son insumisos? Rosy Ramales es tan seria y profesional que me atrevo a descartar un manejo doloso de su información, una calumnia y difamación, o desinformación de otro modo; lo supongo a riesgo de equivocarme y sin motivación alguna de solidaridad gremial (por el contrario, me cago en ese pinche gremio culero, al que padecí durante años en Chiapas, el más corrupto, después de la policía y los políticos). Le debo más agradecimiento a Héctor, que me dio primero alojamiento en su casa y después trabajo, pero... ¿a quién se le ocurre amedrentar al paradigma del buen periodismo en Oaxaca? A sus asesores infiltrados por el gobierno y el PRI en la oficina de gestoría y el PRD, seguramente. No es casual que al día siguiente de que Rosy Ramales fuera citada, Norma Reyes interpusiera una demanda en contra de otra reportera local por causas idénticas. ¿Héctor ya había roto con ella? Qué raro, porque se comportaban igual, como si fueran la misma cosa en un juego de espejos, síndrome del poder autoritario, despótico, intolerante a la crítica, la denuncia pública, el señalamiento de sus errores. Héctor sentó un precedente que habla bastante mal de su actitud hacia los comunicadores, con Rosy Ramales, y envió un mensaje amenazante a los electores, mientras medios como La Jornada no solo desinformaron al público durante años sobre su carrera política, sino que hicieron una campaña rabiosa de gran desprestigio, muy efectiva finalmente, por de más exitosa, y viven en la impunidad; nunca faltan retrasados mentales que siguen considerando a La Jornada como la neta del planeta, cuando en realidad es una mierda.

[] Iván Rincón 10:43 AM

Febrero 7 de 2010

Oaxaca y la doble agente

(Sexta parte)

Algo que podríamos llamar antisabiduría o contrasabiduría consiste en aprender lo malo de la gente mala para ser peor; eso hacía yo inconcientemente o lo intentaba concientemente; en vez de negarme a "hacer la campaña de Barrita" cuando Norma tuvo la desvergüenza de pedírmelo, haría su negación en los hechos, desquitándome así del ninguneo. Si trabajara horas extras, pensé, las invertiría en el periodismo, pero... ¿ya dije que Oaxaca era un mundo sorprendente de coincidencias?

Para un próximo acto de campaña electoral, Santos sería el enlace con una comunidad a la que representaba en un conflicto de linderos; su despacho jurídico atendía los asuntos legales de poblados tan vulnerables y marginales como inaccesibles y recónditos. La noche del acto, Héctor Sánchez tenía una reunión con candidatos a presidentes municipales. Matajari me pidió la grabadora reportera y se la presté sin prevenirla de que solo podría usarla unos minutos (ahora sería yo quien la dejaría sin esa herramienta a mitad de una tarea); cuando salimos, tuvo que devolvérmela, sorprendida. En el camino, revisé el material que llevaba y descubrí que ella había dejado un casete adentro; lo escuché y descubrí que había grabado la reunión del senador con los candidatos. ¿Por qué? No era una reunión pública ni abierta a los medios de comunicación. En estos casos no solo es válido especular, sino indispensable, así que pongo a consideración del respetable las siguientes hipótesis para que elija la más inteligente o haga su propia combinación: 1) Aunque no era su trabajo (reducido a la relación de Norma con los medios en el Congreso local), por iniciativa personal y buena onda, Matajari ofreció hacer una memoria o relatoría de circulación interna. 2) Aunque tampoco era su trabajo, sino mío en todo caso, Matajari ofreció redactar un resumen de la reunión como boletín de prensa (creo que no sabía escribir, pero aprendería, porque ya era hora). 3) Héctor le pidió que hiciera alguna de las dos tareas o las dos, porque sabía (a diferencia de Matajari y todo cuanto ignoraba de su propia oficina) que yo estaba por salir a cubrir un acto de campaña. 4) Héctor le pidió que hiciera alguna de las dos tareas o las dos, pues no confiaba en mí desde que alguien le dijo que yo me acostaba con una diputada priista y además había cometido fraude o robo y abuso de confianza en grado de tentativa. 5) Matajari aprovechaba esa reunión como pretexto para dejarme sin grabadora, pues ella no tenía nada mejor qué hacer y yo era simplemente imbécil. 6) Matajari hacía una farsa para devengar ante Héctor su injustificable sueldo en esa oficina. 7) Matajari era espía... Quizá por salud mental, Héctor prefería confiar en la gente que lo rodeaba, y no era motivo de suspicacia que hubiera una grabadora prendida en una reunión cerrada, cuyos temas a tratar tampoco eran secretos, aunque esa grabadora fuera manipulada por la "amante" de un diputado priista. Dar a conocer en conferencia de prensa una conversación privada entre los candidatos del PRI y el PRD al mismo cargo, había sido un golpe mediático muy fuerte y sin precedentes en Oaxaca (¿los habría en alguna otra parte del país?), por lo que, además de su habitual espionaje, 8) Matajari andaba en busca de materia prima para que el PRI devolviera el golpe. Todo indica, por cierto, que el cisma político sucedió durante mi segunda quincena en la oficina, que estaba por terminar, y había tenido como consecuencia secundaria y encubierta el repliegue táctico de Norma a la "Casa de Campaña" para evadirnos (a Héctor, a Santos, a mí), pero no la suspensión del autosabotaje y el espionaje, también encubiertos.

El acto de campaña expuso la calaña de Barrita, que parecía indiferente a su propio desprestigio, como quien suele ser el último en enterarse, quizá por una capacidad muy priista de autoengaño... Desandamos el camino de regreso en unánime silencio; ni una sola palabra salió de la boca de nadie, y especialmente Santos hacía de su mutismo una gélida piedra contagiada por el frío de la comunidad, que toleró el discurso de Barrita sin disimular el tedio y aplicó su ley del hielo más allá de los linderos en disputa. Al día siguiente, me debatía pensando qué informar sobre la campaña electoral de un candidato en cuyo discurso no había más que demagogia y otras formas de vacío, cuando entró Santos al cubículo de Norma que ya era mío y lamentó amargamente que el PRD tuviera un candidato como Barrita. "Hasta ganas me dan de que no gane las elecciones", dijo; "si por mí fuera, las perdería y aun así no se me acabaría la vergüenza con la comunidad". No cuestioné que hubiera presentado a alguien sin conocerlo, pues mi error era muy próximo al suyo; decidí que, en vez de informar sobre la campaña, escribiría una crónica de la visita como lo haría cualquier periodista independiente; reseñé que, por nuestra seguridad, un grupo de personas armadas había salido a bordo de dos camionetas a la desviación de la carretera para encontrarse con nosotros y acompañarnos del crucero a la comunidad y de regreso; era una cobertura de alto riego y eso hacía intrascendente el soporífero discurso de Barrita que no consideró ni respetó el tiempo de la gente allí reunida.

Con la única excepción del discurso inaugural de Cuauhtémoc Cárdenas en el Primer Congreso Nacional del PRD (1990), que resumí para el periódico 6 de Julio, yo jamás haría refritos de discursos y esa menos que nunca sería otra excepción. La crónica fue publicada un día después por el diario Noticias de Oaxaca y le pedí a Santos su opinión. "Interesante visión la tuya", dijo. Luego llamó Barrita para preguntarme qué había enviado a los medios sobre el acto de campaña y le respondí con franqueza que su discurso no contenía propuestas y, como tampoco podía escribir eso en un boletín de prensa, había hecho una bitácora de viaje a manera de crónica, y lo remití a su lectura en el periódico; dijo que ya la había leído y que él colaboraba con El Imparcial; le sugerí que publicara allí, cuando los tuviera, sus planteamientos programáticos, porque la demagogia, la verborrea desarticulada como discurso de tartamudo, el egocentrismo sin propuestas de alternativa al desorden imperante, no daban de qué hablar o, al menos a mí, no me servían como material de trabajo; esa era una sutileza que implicaba el intuitivo acierto de no haber convocado a los medios; él estuvo de acuerdo o fingió estarlo con una actitud bastante pusilánime que hace imposible imaginarlo, comunicándose inmediatamente a la "Casa de Campaña" para quejarse con Norma, quien llamó cinco minutos después para decirme que Héctor y Barrita estaban "encabronadísimos" conmigo y, a partir de ese momento, prescindirían de mis servicios (pinche frase que nomás a oaxacos de la más baja ralea les he oído). Unos diez minutos antes que Barrita, había llamado Héctor y, aunque no platicamos, me hizo sentir por primera vez que le daba gusto escuchar mi voz al otro lado del teléfono y que yo lo reconociera de inmediato (que no fuera la manipuladora del dinero ni algún débil mental, quizás), y me comunicó en seguida con su principal asistente para que nos enviaría un fax... En otras palabras, Norma era más cuento que la caperucita roja y se lo dije, pero ella salió con que yo había expuesto a la comunidad al riesgo de un decomiso de armas y que, si la policía y el ejército hacían una incursión represiva y una detención en masa con esa excusa, la culpa sería mía. Eso, en cambio, sí me pudo, pero no cedí; le dije que los riesgos se prestaban a discusión, y ella (muy ella) entendió pelea por discusión. "Mejor nos la ahorramos", contestó. "Estás viendo que tratan de vincular a Héctor con el EPR y todavía publicas que en esa comunidad hay un grupo armado". Le dije que había leído mal, que la suya era paranoia, y le propuse discutirlo para que no confundiera un conflicto de linderos con una guerra de guerrillas y, mucho menos, con el montaje de una guerra de guerrillas; pero ella espetó que ya no teníamos nada de qué hablar y colgó.

Entonces comenzaron a caerme los veintes, uno tras otro, como cubetazos de agua helada: a estas alturas del relato es bastante obvio y redundante que a Norma le urgía librarse de mí y solo esperaba tener un pretexto, pero hasta ese momento lo entendí; yo había cometido un error (más de uno, desde que empeñé mi tiempo libre a "la campaña de Barrita" y, mucho antes, desde que acepté incorporarme a una oficina con vicios de origen), pero su llamada era cien por ciento deshonesta y dolosa, o mil por ciento, desde la mentira de que Héctor y Barrita estaban "encabronadísimos" conmigo; además era estúpida y cobarde. Si quienes cometen errores se fueran, aquí no quedaría nadie, pensé, y ella sería la primera en largarse, pero ese razonamiento estaba equivocado, pues Norma y su gente no cometían errores, sino canalladas, traiciones y delitos.

He aquí otro ejemplo: Héctor Sánchez tenía la mayordomía de una vela en Juchitán, pero su trabajo como senador y coordinador de la fracción parlamentaria del PRD en el Senado no le permitía atender ese compromiso, así que lo encargó a su oficina en Oaxaca, y Norma, como responsable de las finanzas, encargó a su vez las compras a Matajari, quien creyó estar ante una gran oportunidad de embolsarse más dinero y entregó cuentas infladas, tanto que su matrona "se las olió" y envió al chofer a verificar los precios; una vez confirmada la tranza de Matajari, Norma la regañó, Matajari lloró y Norma la perdonó. Fin del cuento. ¿De dónde, pues, tanta prisa por echarme de allí, cuando Matajari, además de ser espía presumiblemente y suripanta de un diputado priista, no había cometido un error, sino fraude y abuso de confianza, intento de robo o robo en grado de tentativa, como diría un abogado y como ya he dicho aquí tres veces? Esta historia era conocida por todos en la oficina, salvo acaso por Héctor, el más desinformado y el menos incorporado. Aunque yo también la conocía, dejé que me la contara de nuevo uno de los asistentes de Santos para luego preguntarle: "¿Y el chofer sí es honesto?"

-¡Aquí nadie es honesto! -respondió- ¿Por qué crees que se deshicieron de ti tan rápido? ¿Por qué crees que nadie ha durado más tiempo que tú en el cargo?

Nunca sabré si el área jurídica estaba incluida en la generalización de que "nadie es honesto", pues me abstuve de seguir preguntando. Yo creiba que esa gente sí era honesta, y quería creerlo todavía; según el abogado, que siempre me transmitió la sensación de que su autoestima andaba a la baja por el ninguneo, Norma propiciaba que la gente delinquiera, pagándole una miseria; él insistía en que ella me debía la segunda quincena y que yo podía cobrarla; más que una discusión o pelea, si algo se ahorraba la honorable diputada era mi sueldo, efectivamente; su pretexto para romper la relación conmigo había sido bastante oportuno.

El día de la ruptura, ya entrada la noche, encontré cerrado por dentro el departamento en donde "vivía"; toqué a la puerta un buen rato, pero nadie me abrió y tuve que pasar la noche en un hotel. Les envié con Aleida a Rashy y El Bicho lo que me correspondía por la segunda quincena de renta, no sin comentar que me habían dejado afuera, y ella sugirió que no les pagara; al día siguiente, le dije que tenía razón, que me devolviera el dinero, pues estaba en ascuas, pero ella salió con que ya lo había entregado y además le explicaron el "accidente" de encerrarse por dentro. Al parecer, había epidemia de ingenuidad o deshonestidad con disfraz de ingenuidad, o sea, doble deshonestidad, pero alguien de una especie muy otra me hizo cambiar de parecer...

Yo tomaba café en el corredor turístico, cuando me saludó Pedro Matías Arrazola, corresponsal de Proceso en Oaxaca, y comentó que estaba por llamar a la oficina para pedirme información. "Ya no trabajo allí", le dije; "estás informado". Él reaccionó sorprendido y tomó asiento a mi lado para preguntarme por qué; le platiqué acerca de la crónica y me preguntó qué había sucedido con la acusación de peculado. "Norma pagó la fianza y, como esa es una forma de reconocer tácitamente la propia culpabilidad, inhabilitó al candidato", respondí; "por eso ahí tienes ahora a la bestia del hijo, haciendo campaña".

-¡Eso sí está grueso! -exclamó el colega.

Pedro Matías es el único periodista que me llama "compañero" y esa vez dio un ejemplo de compañerismo que debería servirle de lección al gremio en Chiapas, que es puro egoísmo, pura envidia y competencia desleal... Él consideraba que mi error no era tal, pues había un precedente importante de otro periodista que acompañó a Cárdenas en sus giras de campaña por todo el país y relató un pasaje idéntico al mío; aquella crónica fue publicada en su momento por la revista Proceso y después en un libro que reúne el recuento de la experiencia que significó acompañar a Cárdenas, y nunca tuvo desmentidos ni reclamos a manera de réplicas ni, mucho menos, provocó una incursión represiva. Lo que había hecho Norma, en cambio, era mucho más grave para Matías Arrazola. "Políticamente, fue lo peor -dijo- y, desde un punto de vista periodístico, lo que tú hiciste no fue ni siquiera un error".

-Convence de eso a la comunidad cuando la policía y el ejército hagan una detención masiva con la excusa de un decomiso de armas -le contesté.

-No creo que ocurra semejante cosa y la mejor manera de evitarla es dar a conocer públicamente, lo más que se pueda, el caso de esa comunidad.

(Continuará...)

[] Iván Rincón 9:19 PM

Febrero 3 de 2010

Oaxaca y la doble agente

(Quinta parte)

Cuando cumplí una quincena en la oficina de gestoría, la táctica para anularme había rebasado sus tres primeras fases: posponer todo lo posible mi incorporación; simular que yo no estaba allí o no existía; sabotear cualquier intento mío de hacer algo; esas etapas habían tenido éxito, pero estaban agotadas, así que ahora seguía el plan cuatro: echarme de la oficina y hasta del departamento que rentaba en cuanto se presentara un pretexto.

La fase tres fue grotesca y sumamente frustrante para mí (a esa especie de gente, por lo visto, no le cuesta ningún trabajo impedir el de otros); consistió, más que nada, en disponer de la computadora que yo usara y de mi grabadora reportera, siempre a la mitad de una tarea o cerca de terminarla. Norma podía comprar suficientes grabadoras o equipos de sonido portátiles para no afectarme; antes de mi llegada, había regalado cosas así a quienes cubrían esa fuente, reporter@s más o menos barat@s en su mayoría, fáciles de comprar o sobornar, como uno que, gracias a las dádivas de Norma, escribía que ella era la única diputada local del PRD, a quien Polín, como coordinador de la fracción parlamentaria, no podía controlar porque era una mujer independiente, ingobernable y muy brava, entre otras lambisconerías de quien escribe para favorecer a quien responda y corresponda el favor (si eso es periodismo, en el mejor de los casos, es mercenario o está prostituido); la responsable de corromper su relación con los medios de comunicación era Matajari, cuya selectividad entre arbitraria y elitista, o sea, doblemente culera, motivaba múltiples quejas que yo recibía cuando pisaba la sala de prensa del Congreso local o dábamos conferencias. Matajari tenía una lista negra de periodistas a l@s que discriminaba y entre l@s cuales estaba Rashy (vaya paradoja), exclusión que tiene a su vez una explicación posible, al cabo este blog es mío y puedo especular cuanto se me antoje, aunque termine haciendo literatura: Matajari era amante de un diputado priista quizá vinculado con la policía, que hizo a Rashy una celebridad, secuestrándolo y sometiéndolo a interrogatorios, con los ojos vendados y las extremidades atadas, sobre los contactos del EPR, en este caso, con periodistas.

Cuando las quejas acumuladas contra Matajari fueron suficientes, me apersoné en su territorio, el Congreso local, para hablar con ella y, déspota de por sí, esa vez tuvo tal desplante que nadie, en mi lugar, habría tolerado. "Yo respeto a las putas -le dije- porque suelen ser bastante respetables, mucho más que un diputado priista, por ejemplo, a menos que finjan ser algo distinto; las putas farsantes merecen el mismo respeto que las cucarachas". En esa ocasión pegué una convocatoria en la sala de prensa y alguien hizo una excepción con respecto a Matajari, al increparme porque, entre los candidatos del PRD, había un tal Barrita: "¿Cómo es posible que tengan de candidato a un tipo tan corrupto como ese?"

En la segunda semana de la primera quincena, llegó a Oaxaca el hermano médico de la honorable diputada con mi equipo de cómputo, que instalé en un lugar de la oficina donde nadie pudiera impedir que lo usara, encerrándolo con llave... El agotamiento de la fase tres coincidió con el arribo de Héctor Sánchez por unos días, coincidencia que propició la disposición de Norma a pagarme y ceder espacio físico, pues me dio llaves de su cubículo, su archivero y su escritorio para que guardara mis cosas; mientras Héctor estuvo en Oaxaca, ella terminó yéndose a la "Casa de Campaña" (quizá para evadirlo) con todo su equipo, humano y material, y solo dejó los muebles, así que terminé ocupando todo su espacio físico, en donde instalé mi propio equipo y me sentí muy jefe.

Cuando la manipuladora del dinero y de todo cuanto podía manipular con el dinero de la oficina se dispuso a pagarme, la escena de su aparente cambio de actitud fue como de novela o más bien telenovela, pues el valor simbólico de las imágenes que concurrían en el ambiente son prácticamente imposibles de escribir, o sea, describir con palabras; ella todavía no había empezado su mudanza, por lo que ocupaba el lugar acostumbrado en la oficina; me senté de frente, al otro lado del escritorio, y observé que había dinero encima, en medio de los dos. Si ella tuviera un ápice de honestidad, yo pensaría que sentía vergüenza por haberme tenido una semana de adorno, vegetando, además de lo demás, que no era lo de menos ni está de más aquí, pero su papel durante los años siguientes ha demostrado que era y sigue siendo una cobarde; ese día parecía temerosa de algo, mi renuncia quizá, pues la exposición de motivos, estando Héctor allí, la habría dejado mal parada, o una discusión, de la habría salido raspada; quizá ya le había informado alguien que yo era tan irascible, iracundo y furibundo como Saúl o más, con la diferencia de que Saúl gritaba y amenazaba en vano, por faramalla, y yo nunca. "Oye, Iván -dijo con inusual timidez la diputada ingobernable y muy brava-, yo quería preguntarte si aceptarías hacer la campaña de Barrita". Seguramente, su miedo tampoco era vergüenza por proponerme semejante porquería.

-¿En vez de trabajar aquí? -pregunté.

-¡No! Aparte del trabajo en la oficina -contestó.

-Entonces le dedicaría nomás el tiempo libre que me dejara el trabajo aquí, al cabo ya no es posible caer más bajo -pensé en voz alta, y agregué la segunda parte porque la primera era demasiado obvia, tanto que parecía tautológica. Norma jamás conoció mi ira, mi iracundia, mi furia, y tampoco la intuyó, porque hacer algo así requiere de una sensibilidad que ella ni siquiera conocía; conocía mi franqueza desde la primera vez que hablamos y, en especial, desde que leí del ante suyo una nota de La Jornada sobre el aumento de sus propios sueldos que los diputados federales habían votado. "Por eso nadie los quiere", comenté...

Según sus palabras, por ser días electorales, todos trabajaríamos tiempo extra sin cobrarlo, y por eso ella misma estaría más tiempo en la "Casa de Campaña" que en la oficina, ya que se había comprometido con otro candidato, un patético anciano destinado a perder, como todos los del PRD, que estaban para llorar. No es por nada que al "partido del sol azteca", en vez de Perredé, lo llamen Perderé. Tampoco hacía falta mucha malicia para prever la triquiñuela que tramaba la zorra, pero pequé de ingenuo, debo confesar. Si el siguiente paso, con respecto a mí, era echarme de allí en la primera oportunidad, había que encomendarme la campaña de un candidato con fama de corrupto para que yo lo traicionara como abogado del Diablo. Lo que supuse, en cambio, es que si Norma y su gente no tenían la más remota idea ni una mínima noción de comunicación social, desde la perspectiva del inmediatismo pragmático y característico de su mediocre mentalidad, había que invertir por entero y de una vez los recursos humanos en las campañas electorales, o sea, "echar toda la carne al asador"; eso era exactamente lo que había hecho la yupiza huera, neófita y advenediza, en el fracaso del dizque Frente dizque Zapatista y el Encuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, entre otras pesadillas infrahumanas de intravenosa obstrucción comunicacional, experiencias grotescas, estúpidas y autodenigrantes, entonces recientes, por no decir actuales, y que yo había padecido personalmente.

-Hay algo más -agregó la jefa- que no sé cómo decirte; hay una queja, porque parece como si no entendieras que aquí no hay jefes...

-¿Lo dices por tu hermanito? -pregunté, y en ese preciso instante apareció el hermanito en la entrada del cubículo, de espaldas al marco de la puerta, leyendo un periódico; la escena era entre caricatura y parodia de policía china, en la que solo faltaban dos agujeros en el periódico; inclusive dejó un pie en el piso y puso el otro en el marco de la puerta, como guarura que talonea. ¡Eso es todo! Me levanté del asiento, fui a la puerta y le dije: "Dame chance; voy a cerrar".

-¿Qué? -preguntó él.

-Que te quites; voy a cerrar la puerta.

Entonces quiso entrar y me interpuse. De haber querido, habría pasado encima de mí, por la diferencia de peso (pasaba de cien kilos, como ya dije, y quizá llegaba a los 120), pero otra diferencia de peso es que yo era un trabajador allí, y él no era más que un intruso, un invasor, cuyo "trabajo", si acaso, era estorbarme y sabotearme. "No, no, no -le dije-, no has entendido: voy a cerrar la puerta para dejarte del otro lado, es decir, afuera. ¿Me explico? Estoy hablando con tu hermana y es una plática de adultos". Ella gritó: "¡Déjanos un momento, Marcos!". Y cerré la puerta. "Deberías contratarlo como guardaespaldas; para eso sí da el ancho", le dije. "Se ve que no lo quieres", comentó ella. "Aquí nadie lo quiere", respondí; "nadie más que tú; no solo yo estoy hasta la madre; si quieres, consigo las firmas de todos, respaldando una exigencia por escrito de que saque sus narices de aquí". Al llegar, se lo pedía; a la semana, se lo imploraba, y ahora se lo exigía. "Voy a hablar con él", dijo ella y, en efecto, habló con él para instruirlo: "Sigue chingándolo, no lo dejes ni respirar... al rato cae".

Bromas aparte, la queja era que yo me refería a la responsable del área administrativa como "la secretaria"; no lo hacía por degradarla, sino porque realmente creí que era "la secretaria"; en todo caso, la discreción de esa mujer era mil veces preferible a la irrealidad prepotente y demencial en que vivía el hermanito por culpa de la hermanota y que ha de haber seguido sus pasos, cabe suponer; ha de haber hecho carrera, pasando por encima de l@s demás y aplastándol@s.

"No lo vuelvo a hacer", juré con una mano en el pecho. "Prometo no volver a comportarme como jefe", y solté una carcajada para relajarme y dar por terminada la conversación entre la jefa y yo.

Si el cisma político había ocurrido antes, otra queja en el mismo sentido la habría hecho el hijo del candidato detenido, cuando casi lo corrí de la oficina porque su trastorno impedía nuestra labor; supe que esa bestia despotricó sobre mí (¿se dice contra mí?) con Norma, lo cual no importa más que por su valor anecdótico; lo aberrante fue que, en vez de internarse en un hospital siquiátrico, sustituyó al papá en la campaña electoral. Para editar la grabación que nos dio, también fue necesario pedirle a Norma que me lo quitara de encima, y ella accedió, pero le faltaba congruencia, tratándose del hermanito, que no era menos bestia; cuando El Bicho entendió por fin que la edición sería para dar a conocer públicamente la grabación, dijo: "Yo propongo a Reforma".

-¿Para qué? -le pregunté.

-Para darle la exclusiva -contestó.

¡Pendejo! Nomás le faltaba proponer que Norma la publicara en un desplegado.

¡Por cierto! Olvidaba decir que, al término de la conversación, recibí el dinero que mediaba encima del escritorio. ¡Mil quinientos pesos! ¡Qué vergüenza! ¿Cuánto habrán recibido ellos, como adelanto, por su trabajo sucio a favor del PRI y el gobierno del estado? No perdamos de vista que, en ese momento, Diódoro Carrasco era el gobernador de Oaxaca y su nefasto sexenio de cacería y represión fue premiado por el genocida Ernesto Zedillo, nombrándolo secretario de Gobernación, así que la traición al pueblo de Oaxaca en general y particularmente al PRD local por esta mafia infiltrada y "el PRD nacional", sin dejar de ser abyecta y reptiliana, tenía muy altos vuelos.

(Continuará...)

[] Iván Rincón 4:06 AM